LA AMENAZA NUCLEAR
Los
adelantos científicos han contribuido al mejoramiento de la condición de vida
de la humanidad. Entre ellos encontramos los satélites, los descubrimientos
médicos, y las máquinas que facilitan el trabajo al ser humano. El uso que se haga de los adelantos
tecnológicos puede beneficiarnos o afectarnos en forma negativa. Durante el siglo XX el mundo sintió el horror
de dos guerras mundiales y una desenfrenada carrera armamentista. A propósito del peligro de una catástrofe
nuclear, el premio nobel de literatura Gabriel García Márquez pronunció el
siguiente discurso en la Conferencia de Ixtapa –México- en el año de 1986. Antes de leerlo conviene saber que Damocles
(IV a.C.) fue un cortesano de Dionisio de Siracusa. Se cuenta que el tirano lo obsequió con un
suntuoso banquete durante el cual Damocles al alzar los ojos vio sobre su
cabeza una pesada espada pendiente de una crin de caballo. De ahí la expresión “La espada de Damocles”
para aludir a un peligro inminente.
EL CATACLISMO DE DAMOCLES
Un minuto después de
la última explosión, más de la mitad de los seres humanos habrá muerto, el
polvo y el humo de los continentes en llamas derrotarán la luz solar, y las
tinieblas absolutas volverán a reinar en el mundo. Un invierno de lluvias anaranjadas y
huracanes helados invertirá el tiempo de los océanos y volteará el curso de los
ríos, cuyos peces habrán muerto de sed en las aguas ardientes, y cuyos pájaros
no encontrarán el cielo. Las nieves perpetuas
cubrirán el desierto del Sahara, la vasta amazonia desaparecerá de la faz del
planeta destruida por el granizo, y la era del rock y de los corazones
trasplantados estará de regreso a su infancia glacial. Los pocos seres humanos que sobrevivan al primer
espanto, y los que hubieran tenido el privilegio de un refugio seguro a las
tres de la tarde del lunes aciago de la catástrofe magna, sólo habrán salvado
la vida para morir después por el horror de sus recuerdos. La creación habrá terminado. En el caos final de la humedad y las noches
eternas, el único vestigio de lo que fue la vida serán las cucarachas.
Señores Presidentes
Señores Primeros Ministros
Amigas, amigos:
Esto no es mal plagio
del delirio de Juan en su destierro de Patmos, sino la visión anticipada de un
desastre cósmico que puede suceder en este mismo instante: la explosión
–dirigida o accidental- de sólo una parte mínima del arsenal nuclear que duerme
con un ojo y vela con el otro en las santabárbaras de las grandes
potencias. Así es. Hoy, seis de agosto de 1986, existen en el
mudo más de cincuenta mil ojivas nucleares emplazadas. En términos caseros, esto quiere decir que
cada ser humano, sin excluir a los niños, está sentado en un barril con unas
cuatro toneladas de dinamita, cuya explosión total puede eliminar doce veces todo rastro de vida en la
Tierra. La potencia de aniquilación de
esta amenaza colosal, que pende sobre nuestras cabezas como como un cataclismo
de Damocles, plantea la posibilidad teórica de inutilizar cuatro planetas más
de los que giran alrededor del Sol, y de influir en el equilibrio del sistema
solar. Ninguna ciencia, ningún arte, ninguna
industria se ha doblado a sí misma tantas veces como la industria nuclear desde
su origen, hace cuarenta y un años, ni
ninguna otra creación del ingenio humano ha tenido nunca tanto poder de
determinación sobre el destino del mundo.
El único consuelo de
estas simplificaciones terroríficas si de algo nos sirven, es comprobar que la
preservación de la vida humana en la Tierra sigue siendo todavía más barata que
la peste nuclear. Pues con el sólo hecho
de existir, el tremendo apocalipsis cautivo en los silos de la muerte de los
países más ricos está malbaratando las posibilidades de una vida mejor para
todos. En la asistencia infantil, por
ejemplo, esto es una verdad de aritmética primaria. Unicef calculó en 1981, un programa para
resolver los problemas esenciales de los quinientos millones de niños más
pobres del mundo. Comprendía la asistencia
sanitaria de base, la educación elemental, la mejora de las condiciones
higiénicas, del abastecimiento de agua potable y de la alimentación. Todo esto parecía un sueño imposible de cien
mil millones de dólares. Sin embargo, ese es el costo de apenas cien
bombarderos estratégicos B-1B, de menos de siete cohetes Crucero, en cuya
producción ha de invertir el gobierno de los Estados Unidos veintiún mil
doscientos millones de dólares.
En salud, por
ejemplo: el año pasado había en el mundo, según los cálculos de la FAO, unos
quinientos setenta y cinco millones de personas con hambre. Su promedio calórico indispensable habría
constado menos de ciento cuarenta y nueve cohetes MX, de los doscientos
veintitrés que serán emplazados en
Europa Occidental. Con veintisiete de
ellos podrían comprarse los equipos agrícolas necesarios para que los países
pobres adquieran la suficiencia alimentaria en los próximos cuatro años. Ese programa, además, no alcanzaría a costar
ni la novena parte del presupuesto militar soviético de 1982. En la educación, por ejemplo: con sólo dos
submarinos atómicos Tridente, de los veinticinco que planea fabricar el
gobierno de los Estados Unidos, o con una cantidad de los submarinos Tifón que
está construyendo la Unión Soviética, podría intentarse por fin la fantasía de
la alfabetización mundial. Por otra parte,
la construcción de las escuelas y la calificación de los maestros que harán
falta en el Tercer Mundo para atender las demandas adicionales de la educación en los diez años por venir, podrían
pagarse con el costo de doscientos cuarenta y cinco cohetes Tridente II, y aún
quedarían sobrando cuatrocientos diecinueve cohetes para el mismo incremento de
la educación en los quince años siguientes.
Puede decirse, por último, que la cancelación de la deuda externa de
todo el tercer Mundo, y su recuperación económica durante diez años, costará
poco más de la sexta parte de los gastos militares del mundo en ese mismo
tiempo. Con todo, frente a este
despilfarro económico descomunal, es todavía más inquietante y doloroso el
despilfarro humano: la industria de la guerra mantiene en cautiverio el más
grande contingente de sabios jamás reunidos para empresa alguna en la historia
de la humanidad. Gente nuestra, cuyo
sitio natural no es allá sino aquí, en esta mesa, y cuya liberación es
indispensable para que nos ayuden a crear, en el ámbito de la educación y la
justicia, lo único que puede salvarnos de la barbarie: una cultura de la paz. A pesar de estas certidumbres dramáticas, la
carrera las armas no se concede un instante de tregua. Ahora, mientras almorzamos, se construyó una
nueva ojiva nuclear. Mañana cuando
despertemos, habrá nueve más en los guardarneses de muerte del hemisferio de
los ricos. Con lo que costará una de
ellas alcanzaría aunque sólo fuera por un domingo de otoño para perfumar de
sándalo las cataratas del Niágara.
Un gran novelista de nuestro tiempo se
preguntó alguna vez si la Tierra no será el infierno de otros planetas. Tal vez sea mucho menos: una idea sin
memoria, dejada de la mano de sus dioses en el último suburbio de la gran
patria universal. Pero la sospecha
creciente de que es el único sitio del sistema solar donde se ha dado la
prodigiosa aventura de la vida, nos arrastra sin piedad a una conclusión
descorazonada: la carrera de las armas va en sentido contrario de la
inteligencia. Y no sólo de la
inteligencia humana, sino de la inteligencia misma de la naturaleza, cuya
finalidad escapa inclusive a la clarividencia de la poesía. Desde la aparición de la vida en la Tierra
debieron transcurrir trescientos ochenta millones de años para que una mariposa
aprendiera a volar, otros ciento ochenta millones de años para fabricar una
rosa sin otro compromiso que el de ser hermosa, y cuatro eras geológicas para
que los seres humanos a diferencia del bisabuelo Pitecántropo fueran capaces de
cantar mejor que los pájaros y morirse de amor.
No es nada honroso para el talento humano, en la edad de oro de la
ciencia, haber concebido el modo de que un proceso multimilenario tan
dispendioso y colosal, pueda regresar a la nada de donde vino por el arte
simple de oprimir un botón.
Para tratar de
impedir que esto ocurra estamos aquí, sumando nuestras voces a los innumerables
que claman por un mundo sin armas y una paz con justicia. Pero aún si ocurre –y más aún si ocurre-, no
será del todo inútil que estemos aquí.
Dentro de los millones de milenios de años después de la explosión, una
salamandra triunfal que habrá vuelto a correr la escala completa de las especies,
será quizás coronada como la mujer más hermosa de la nueva creación. De nosotros depende, hombres y mujeres de
ciencia, hombres y mujeres de las artes y letras, hombres y mujeres de la
inteligencia y la paz, de todos nosotros depende que todos los invitados a esa
coronación quimérica no vayan a su fiesta con nuestros mismos terrores de
hoy. Con toda modestia, pero también con
toda la determinación del espíritu, propongo que hagamos ahora y aquí el
compromiso de concebir y fabricar un arca de la memoria, capaz de sobrevivir al
diluvio atómico. Una botella de
náufragos siderales arrojada a los océanos del tiempo, para que la nueva
humanidad de entonces sepa por nosotros lo que no han de contarle las
cucarachas: que aquí existió la vida, que en ella prevaleció el sufrimiento y
predominó la injusticia, pero que también conocimos el amor y hasta fuimos
capaces de imaginarnos la felicidad. Y
que sepa y haga saber para todos los tiempos quiénes fueron los culpables de
nuestro desastre, y cuán sordos se hicieron a nuestros clamores de paz para que
ésta fuera la mejor de las vidas posibles y con qué inventos tan bárbaros y por
qué intereses tan mezquinos la borraron del universo.
Gabriel García Márquez
Bibliografía:
EDITORIAL
VOLUNTAD S.A., Ciencias Sociales Integradas 9, 2ª edición, Bogotá, páginas: 260-262; 1993.
Actividades:
1.
Con
base en la información del texto, realice un comentario sobre lo siguiente:
García Márquez pide la liberación de los sabios, para que ciencia se ponga al
servicio de la humanidad. Elabora un
texto de diez renglones, en el que reflejes el papel que debe tener la
actividad científica.
2.
Escoge
una de las frases que más te haya llamado la atención del “Cataclismo de
Damocles”. Justifica tu elección.
4.
Fecha
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