lunes, 5 de noviembre de 2012

Amenaza Nuclear


LA AMENAZA NUCLEAR

Los adelantos científicos han contribuido al mejoramiento de la condición de vida de la humanidad. Entre ellos encontramos los satélites, los descubrimientos médicos, y las máquinas que facilitan el trabajo al ser humano.  El uso que se haga de los adelantos tecnológicos puede beneficiarnos o afectarnos en forma negativa.  Durante el siglo XX el mundo sintió el horror de dos guerras mundiales y una desenfrenada carrera armamentista.  A propósito del peligro de una catástrofe nuclear, el premio nobel de literatura Gabriel García Márquez pronunció el siguiente discurso en la Conferencia de Ixtapa –México- en el año de 1986.  Antes de leerlo conviene saber que Damocles (IV a.C.) fue un cortesano de Dionisio de Siracusa.  Se cuenta que el tirano lo obsequió con un suntuoso banquete durante el cual Damocles al alzar los ojos vio sobre su cabeza una pesada espada pendiente de una crin de caballo.  De ahí la expresión “La espada de Damocles” para aludir a un peligro inminente.

EL CATACLISMO DE DAMOCLES

Un minuto después de la última explosión, más de la mitad de los seres humanos habrá muerto, el polvo y el humo de los continentes en llamas derrotarán la luz solar, y las tinieblas absolutas volverán a reinar en el mundo.  Un invierno de lluvias anaranjadas y huracanes helados invertirá el tiempo de los océanos y volteará el curso de los ríos, cuyos peces habrán muerto de sed en las aguas ardientes, y cuyos pájaros no encontrarán el cielo.  Las nieves perpetuas cubrirán el desierto del Sahara, la vasta amazonia desaparecerá de la faz del planeta destruida por el granizo, y la era del rock y de los corazones trasplantados estará de regreso a su infancia glacial.  Los pocos seres humanos que sobrevivan al primer espanto, y los que hubieran tenido el privilegio de un refugio seguro a las tres de la tarde del lunes aciago de la catástrofe magna, sólo habrán salvado la vida para morir después por el horror de sus recuerdos.  La creación habrá terminado.  En el caos final de la humedad y las noches eternas, el único vestigio de lo que fue la vida serán las cucarachas.

Señores Presidentes
Señores Primeros Ministros
Amigas, amigos:

Esto no es mal plagio del delirio de Juan en su destierro de Patmos, sino la visión anticipada de un desastre cósmico que puede suceder en este mismo instante: la explosión –dirigida o accidental- de sólo una parte mínima del arsenal nuclear que duerme con un ojo y vela con el otro en las santabárbaras de las grandes potencias.  Así es.  Hoy, seis de agosto de 1986, existen en el mudo más de cincuenta mil ojivas nucleares emplazadas.  En términos caseros, esto quiere decir que cada ser humano, sin excluir a los niños, está sentado en un barril con unas cuatro toneladas de dinamita, cuya explosión total puede eliminar  doce veces todo rastro de vida en la Tierra.  La potencia de aniquilación de esta amenaza colosal, que pende sobre nuestras cabezas como como un cataclismo de Damocles, plantea la posibilidad teórica de inutilizar cuatro planetas más de los que giran alrededor del Sol, y de influir en el equilibrio del sistema solar.  Ninguna ciencia, ningún arte, ninguna industria se ha doblado a sí misma tantas veces como la industria nuclear desde su origen,  hace cuarenta y un años, ni ninguna otra creación del ingenio humano ha tenido nunca tanto poder de determinación sobre el destino del mundo.

El único consuelo de estas simplificaciones terroríficas si de algo nos sirven, es comprobar que la preservación de la vida humana en la Tierra sigue siendo todavía más barata que la peste nuclear.  Pues con el sólo hecho de existir, el tremendo apocalipsis cautivo en los silos de la muerte de los países más ricos está malbaratando las posibilidades de una vida mejor para todos.  En la asistencia infantil, por ejemplo, esto es una verdad de aritmética primaria.  Unicef calculó en 1981, un programa para resolver los problemas esenciales de los quinientos millones de niños más pobres del mundo.  Comprendía la asistencia sanitaria de base, la educación elemental, la mejora de las condiciones higiénicas, del abastecimiento de agua potable y de la alimentación.  Todo esto parecía un sueño imposible de cien mil millones de  dólares.  Sin embargo, ese es el costo de apenas cien bombarderos estratégicos B-1B, de menos de siete cohetes Crucero, en cuya producción ha de invertir el gobierno de los Estados Unidos veintiún mil doscientos millones de dólares.

En salud, por ejemplo: el año pasado había en el mundo, según los cálculos de la FAO, unos quinientos setenta y cinco millones de personas con hambre.  Su promedio calórico indispensable habría constado menos de ciento cuarenta y nueve cohetes MX, de los doscientos veintitrés  que serán emplazados en Europa Occidental.  Con veintisiete de ellos podrían comprarse los equipos agrícolas necesarios para que los países pobres adquieran la suficiencia alimentaria en los próximos cuatro años.  Ese programa, además, no alcanzaría a costar ni la novena parte del presupuesto militar soviético de 1982.  En la educación, por ejemplo: con sólo dos submarinos atómicos Tridente, de los veinticinco que planea fabricar el gobierno de los Estados Unidos, o con una cantidad de los submarinos Tifón que está construyendo la Unión Soviética, podría intentarse por fin la fantasía de la alfabetización mundial.  Por otra parte, la construcción de las escuelas y la calificación de los maestros que harán falta en el Tercer Mundo para atender las demandas adicionales de la  educación en los diez años por venir, podrían pagarse con el costo de doscientos cuarenta y cinco cohetes Tridente II, y aún quedarían sobrando cuatrocientos diecinueve cohetes para el mismo incremento de la educación en los quince años siguientes.  Puede decirse, por último, que la cancelación de la deuda externa de todo el tercer Mundo, y su recuperación económica durante diez años, costará poco más de la sexta parte de los gastos militares del mundo en ese mismo tiempo.  Con todo, frente a este despilfarro económico descomunal, es todavía más inquietante y doloroso el despilfarro humano: la industria de la guerra mantiene en cautiverio el más grande contingente de sabios jamás reunidos para empresa alguna en la historia de la humanidad.  Gente nuestra, cuyo sitio natural no es allá sino aquí, en esta mesa, y cuya liberación es indispensable para que nos ayuden a crear, en el ámbito de la educación y la justicia, lo único que puede salvarnos de la barbarie: una cultura de la paz.  A pesar de estas certidumbres dramáticas, la carrera las armas no se concede un instante de tregua.  Ahora, mientras almorzamos, se construyó una nueva ojiva nuclear.  Mañana cuando despertemos, habrá nueve más en los guardarneses de muerte del hemisferio de los ricos.  Con lo que costará una de ellas alcanzaría aunque sólo fuera por un domingo de otoño para perfumar de sándalo las cataratas del Niágara.

 Un gran novelista de nuestro tiempo se preguntó alguna vez si la Tierra no será el infierno de otros planetas.  Tal vez sea mucho menos: una idea sin memoria, dejada de la mano de sus dioses en el último suburbio de la gran patria universal.  Pero la sospecha creciente de que es el único sitio del sistema solar donde se ha dado la prodigiosa aventura de la vida, nos arrastra sin piedad a una conclusión descorazonada: la carrera de las armas va en sentido contrario de la inteligencia.  Y no sólo de la inteligencia humana, sino de la inteligencia misma de la naturaleza, cuya finalidad escapa inclusive a la clarividencia de la poesía.  Desde la aparición de la vida en la Tierra debieron transcurrir trescientos ochenta millones de años para que una mariposa aprendiera a volar, otros ciento ochenta millones de años para fabricar una rosa sin otro compromiso que el de ser hermosa, y cuatro eras geológicas para que los seres humanos a diferencia del bisabuelo Pitecántropo fueran capaces de cantar mejor que los pájaros y morirse de amor.  No es nada honroso para el talento humano, en la edad de oro de la ciencia, haber concebido el modo de que un proceso multimilenario tan dispendioso y colosal, pueda regresar a la nada de donde vino por el arte simple de oprimir un botón.

Para tratar de impedir que esto ocurra estamos aquí, sumando nuestras voces a los innumerables que claman por un mundo sin armas y una paz con justicia.  Pero aún si ocurre –y más aún si ocurre-, no será del todo inútil que estemos aquí.  Dentro de los millones de milenios de años después de la explosión, una salamandra triunfal que habrá vuelto a correr la escala completa de las especies, será quizás coronada como la mujer más hermosa de la nueva creación.  De nosotros depende, hombres y mujeres de ciencia, hombres y mujeres de las artes y letras, hombres y mujeres de la inteligencia y la paz, de todos nosotros depende que todos los invitados a esa coronación quimérica no vayan a su fiesta con nuestros mismos terrores de hoy.  Con toda modestia, pero también con toda la determinación del espíritu, propongo que hagamos ahora y aquí el compromiso de concebir y fabricar un arca de la memoria, capaz de sobrevivir al diluvio atómico.  Una botella de náufragos siderales arrojada a los océanos del tiempo, para que la nueva humanidad de entonces sepa por nosotros lo que no han de contarle las cucarachas: que aquí existió la vida, que en ella prevaleció el sufrimiento y predominó la injusticia, pero que también conocimos el amor y hasta fuimos capaces de imaginarnos la felicidad.  Y que sepa y haga saber para todos los tiempos quiénes fueron los culpables de nuestro desastre, y cuán sordos se hicieron a nuestros clamores de paz para que ésta fuera la mejor de las vidas posibles y con qué inventos tan bárbaros y por qué intereses tan mezquinos la borraron del universo.
Gabriel García Márquez
Bibliografía:

EDITORIAL VOLUNTAD S.A., Ciencias Sociales Integradas 9, 2ª edición, Bogotá,  páginas: 260-262; 1993.

Actividades:

1.    Con base en la información del texto, realice un comentario sobre lo siguiente: García Márquez pide la liberación de los sabios, para que ciencia se ponga al servicio de la humanidad.  Elabora un texto de diez renglones, en el que reflejes el papel que debe tener la actividad científica.
2.   Escoge una de las frases que más te haya llamado la atención del “Cataclismo de Damocles”.  Justifica tu elección. 
3.   La respuesta al interrogante 2º, enviarla al correo electrónico solo.informes.ita@gmail.com
4.    Fecha límite para la publicación de sus comentarios y el envío de sus correos: 23 de Noviembre/2012.